Joan Enric Bonastre: ¿Nos escuchamos de verdad?

Claves para mejorar la comunicación en las relaciones

Joan Enric Bonastre dirigirá el próximo sábado, 1 de marzo, la charla-taller “Del conflicto a la conexión: un viaje hacia la comunicación afectiva” en el Club Ciurana de La Granja. Joan Enric Bonastre es maestro, psicólogo, músico y escritor y manifiesta especial interés por la formación de aquellos que acompañan y dirigen a otras personas. La Voz de Poniente le entrevista con motivo de esta sesión dirigida a padres y educadores:

¿Tanta es la desconexión que hay en las relaciones entre las personas hoy que es necesario generar espacios de conexión?

Cierto, hay una creciente sensación de desconexión en las relaciones interpersonales, especialmente en las familias. El ritmo acelerado de la vida, las agendas sobrecargadas y la influencia de la tecnología han creado un entorno donde, a menudo, la comunicación auténtica se ve afectada. Aunque las personas están más conectadas digitalmente, muchas veces esa conexión no se traduce en una verdadera cercanía emocional.

¿Tiene la juventud un especial riesgo de desconectarse?

En la adolescencia los jóvenes buscan su independencia, lo que, en ocasiones, puede ser interpretado como distanciamiento o rechazo por los padres. Pero este proceso de separación es natural y forma parte de un desarrollo saludable. Lo que sucede es que, en medio de las dificultades, a veces olvidamos la importancia de la empatía y de estar realmente presentes, lo cual es esencial para superar la desconexión.

¿Por eso es importante generar espacios de conexión?

En efecto. Más allá de estar juntos físicamente, se trata de crear momentos donde las personas se sientan escuchadas, comprendidas y aceptadas sin juicio. Cuando las familias logran establecer un ambiente de confianza y respeto mutuo, pueden transformar los conflictos en oportunidades para fortalecer los lazos afectivos. Es en esos momentos de conexión auténtica cuando los lazos familiares realmente crecen y se consolidan, mejorando la comunicación y permitiendo que todos los miembros se sientan valorados y escuchados.

Joan Enric Bonastre en su despacho profesional en Tarragona. Foto: cedida.

¿Puede anticiparnos una cualquiera de esas siete habilidades clave para generar espacios de conexión en las familias, que se abordarán en la sesión en el Club Ciurana el sábado, 1 de Marzo?

¡Me estás pidiendo que haga spoiler! 😉 Puedo anticipar que el formato de la charla-taller del sábado 1 de marzo en el Club Ciurana está pensado para precisamente eso: generar un espacio donde haya conexión real entre los participantes. Vamos a tratar de crear un entorno donde podamos poner en práctica las habilidades que exploraremos, en lugar de solo hablar de ellas. Así que no será solo teoría, sino una experiencia vivencial.

…muy apropiado para ver como funciona

Una de las habilidades clave que trabajaremos es la escucha genuina, esa que no juzga ni interrumpe, sino que está completamente abierta al presente y a lo que cada persona tiene para compartir. Cuando estamos en conflicto o simplemente tratando de comunicarnos, nuestra mente puede estar llena de prejuicios, respuestas automáticas o preocupaciones personales. La escucha genuina implica soltar todo eso y centrarnos en el otro, en su experiencia, sin necesidad de intervenir, sino simplemente estando allí.

¿Qué papel tiene esa escucha en la comunicación afectiva?

La escucha genuina es una herramienta poderosa para la conexión afectiva, porque crea un espacio donde la otra persona se siente valorada, comprendida y respetada. No se trata solo de oír las palabras, sino de captar las emociones y necesidades que están detrás de esas palabras. A través de esta escucha profunda, se facilita un intercambio más auténtico, que sienta las bases para una relación más cercana y empática.

¿Qué faceta de la comunicación afectiva puede resolver mejor situaciones conflictivas en el hogar?

La clave para resolver situaciones conflictivas en el hogar está en primero conectar con uno mismo. La comunicación afectiva efectiva no comienza con los demás, sino con nosotros mismos. Esto implica ser capaces de identificar, comprender y gestionar nuestras propias emociones antes de interactuar con los demás.

Muchas veces, los conflictos más difíciles de resolver son los conflictos internos. Son esas tensiones no resueltas, inseguridades, frustraciones o miedos que llevamos dentro. Estos conflictos internos generan malestar, y ese malestar se proyecta hacia el exterior, afectando nuestras relaciones con los demás. Cuando no estamos en paz con nosotros mismos, resulta mucho más difícil tener una comunicación clara, empática y respetuosa con los demás.

¿Puedes poner un ejemplo?

Claro. Si un padre o madre está lidiando con estrés o frustración personal y no es consciente de ello, puede responder de manera más reactiva a los comportamientos de los hijos, interpretándolos como un ataque o desafío. De manera similar, un adolescente que no entiende sus propias emociones podría generar conflictos en su hogar debido a la confusión interna.

Charla-taller con padres y educadores. Foto: cedida.

¿Tan decisivo es llegar a conocerse?

Cuando conectamos con nuestras emociones y somos capaces de entender y gestionar nuestras respuestas, podemos comunicar nuestras necesidades y frustraciones de manera más constructiva. Esta auto-conexión nos permite ser más auténticos y claros en nuestras interacciones, lo que facilita la resolución de conflictos. Además, al hacerlo, modelamos para los demás cómo pueden gestionar sus propios conflictos internos, creando un ambiente de respeto mutuo y empatía.

Por lo tanto, la faceta más importante de la comunicación afectiva es la conexión interna. Resolver nuestros propios conflictos emocionales no solo nos ayuda a tener una mejor comunicación, sino que también nos permite abordar los conflictos externos de manera más tranquila, consciente y eficaz.

¿Cuáles son los conflictos que más dificultan la comunicación entre los miembros de la familia?

Los conflictos son inevitables. Lo que realmente dificulta la comunicación dentro de la familia no es la presencia del conflicto en sí, sino la falta de claridad sobre qué es de cada uno. Me refiero a la capacidad de diferenciar lo que corresponde a nuestra experiencia interna de lo que pertenece a la experiencia de la otra persona.

¿Qué pasa si no somos capaces de hacer esa distinción?

Por ejemplo, si un padre siente ansiedad o frustración por el comportamiento de su hijo, esa emoción personal puede proyectarse como un reproche hacia él. En lugar de ver la conducta del hijo como algo separado de sus propias tensiones internas, se da por sentado que el hijo está causando ese malestar, lo que intensifica el conflicto. Lo mismo ocurre cuando un hijo no sabe distinguir si la actitud autoritaria de un padre es un reflejo de una preocupación genuina o de una necesidad de control.

Por lo tanto, cuando no logramos hacer esta distinción, nuestros propios sentimientos, expectativas y frustraciones se mezclan con los de los demás, lo que genera confusión y malentendidos. En un conflicto familiar, esto puede llevar a una “guerra” emocional, en la que cada persona se siente atacada, incomprendida o incluso culpable, sin que realmente se estén abordando los problemas de fondo. En cambio, cuando los miembros de la familia logran hacerse conscientes de esta distinción, pueden dialogar de una manera más sana y constructiva, sin que el conflicto se convierta en una batalla.

¿La habilidad para expresar emociones y sentimientos ayuda a lidiar mejor las frustraciones y a convivir en paz?

Sí, definitivamente, la habilidad para reconocer y expresar emociones y sentimientos es fundamental. Cuando no somos capaces de identificar y comunicar lo que sentimos, las emociones tienden a acumularse, y esa “presión interna” puede manifestarse de manera negativa: a través de discusiones, malentendidos o incluso desinterés.

Reconocer nuestras emociones de manera adecuada nos permite valorar cómo expresarlas y gestionar el estrés y la frustración de una manera más saludable. No se trata de desbordar nuestros sentimientos sobre los demás, sino de poder compartirlos desde un lugar de sinceridad y apertura, lo cual facilita que los demás nos comprendan y puedan responder de una manera más empática.

¿Puedes explicar cómo se produce ese benéfico mecanismo?

Desde el Enfoque Centrado en la Persona, cuando las personas se sienten escuchadas y comprendidas, experimentan una reducción en la ansiedad emocional y, como resultado, son más capaces de gestionar sus emociones de manera efectiva. La expresión emocional saludable no solo previene los conflictos, sino que también favorece una convivencia más armónica, ya que cada miembro se siente más seguro y validado en su experiencia emocional.

Al fomentar la capacidad de expresar las emociones de forma abierta y respetuosa, se crea un ambiente donde las frustraciones se pueden abordar de manera constructiva, en lugar de acumularse o estallar. Este tipo de comunicación emocional, basada en la autenticidad y el respeto, mejora la convivencia y fortalece los lazos de conexión afectiva, ya que genera un ambiente de confianza.

Material divulgativo de la charla-coloquio del próximo 1 de marzo en el Club Ciurana. Imagen: cedida.

¿Es impedimento para la educación que los padres sean amigos de los hijos?

No necesariamente, siempre y cuando se mantenga un equilibrio saludable entre el afecto y la autoridad. La amistad entre padres e hijos puede facilitar la comunicación abierta y el entendimiento mutuo. Sin embargo, es importante recordar que la función principal de los padres es guiar, educar y proteger a sus hijos, y esto implica, en ocasiones, tomar decisiones difíciles y establecer límites que los hijos pueden no entender de inmediato.

El peligro surge cuando el deseo de agradar a los hijos o la búsqueda de aceptación emocional hace que los padres pierdan de vista su rol de autoridad. En estos casos, la falta de límites claros puede generar confusión y dificultades en la relación, ya que los adolescentes, al no tener una guía firme, pueden sentirse perdidos o inseguros.

En esta cuestión, ¿qué es lo esencial desde un enfoque centrado en la persona?

La clave está en poder ser cercanos y afectuosos sin perder el respeto y la responsabilidad parental. Los padres pueden y deben ser una figura de apoyo emocional, pero también es necesario que sean capaces de establecer normas y expectativas claras, siempre desde un lugar de empatía y comprensión. De esta forma, se consigue un equilibrio que promueve tanto la conexión afectiva como el desarrollo de los adolescentes en un entorno de respeto mutuo.

En definitiva, ser amigo de los hijos no es un obstáculo para educarlos, pero la relación debe estar basada en un respeto mutuo, donde los roles de padres y amigos se complementen y no se confundan.

Si el respeto por parte de los hijos no se pide, sino que se gana, ¿cómo se gana?

Creo que el respeto ni se pide ni se gana, se merece. En una relación sana, el respeto es algo que surge de la reciprocidad, no de la imposición. Si esperamos respeto de nuestros hijos, debemos ser los primeros en ofrecerlo, mostrando una actitud de escucha activa, empatía y comprensión. El respeto se construye día a día, en las pequeñas interacciones cotidianas, cuando somos auténticos y consistentes en nuestras acciones.

…ardua tarea, ¿una reflexión que pueda ayudar?

Cierto que se trata de un proceso que requiere tiempo, paciencia y, sobre todo, una comunicación abierta y respetuosa. Es clave entender que el respeto no es algo unilateral, sino algo que se forja a través de la validación de los sentimientos y pensamientos del otro. Los hijos, como cualquier ser humano, necesitan sentirse aceptados y comprendidos en su totalidad, con sus emociones, sus fortalezas y sus vulnerabilidades. Si un hijo percibe que sus padres lo respetan como individuo, que sus opiniones son valoradas, y que sus límites y emociones son tomados en cuenta, se sentirá inclinado naturalmente a devolver ese respeto.

Además, el respeto no se basa en el cumplimiento de normas rígidas o autoritarias, sino en el ejemplo constante de cómo manejamos nuestras propias emociones y relaciones. Si los padres modelan comportamientos respetuosos, como la paciencia, la honestidad y la capacidad de reconocer sus propios errores, estarán cultivando un espacio donde el respeto mutuo es una consecuencia natural.

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